Eran cuatro los lobitos, jugaban en el bosque felices con su madre. Tres machos y una hembra esperaban la llegada de su padre. Pero, de pronto, la madre levantó las orejas, prestando atención a un extraño sonido. En breve vio a su lobo caer rendido en un mar de sangre.
Madre y pequeños corrieron asustados, la hembrita se perdió del grupo y asustada corrió sin mirar atrás. Sin saber cómo llegó a una casa, se escondió entre las flores del jardín y se durmió hasta que, al día siguiente, una niña le tocó la cabeza con su pequeña y temblorosa mano. La lobita quiso alejarse, pero al notar que ambas eran cachorritas se quedó tranquila. Luego del hallazgo, la niña fue rápidamente hacia su casa, llamó a su madre y ambas le dieron agua, comida y un nombre. —Soy Celeste, quédate tranquila, nosotras nunca te haríamos daño —le dijo la mujer viéndola comer.
La lobita crecía día a día en aparente calma, pero su madre adoptiva temía que fuera un peligro para ella y su otra hija, así que fue a consultar a un hechicero que le dio un libro. Gracias a este instrumento, Mercedes, la niña que encontró a la loba, ayudó a su mamá a preparar una poción que prometía que su hermana jamás sería peligrosa. Celeste le dio tres gotas de la poción en su alimento y su pequeña las ingirió.
Al día siguiente, cuando fueron a ver a su mascota no la encontraron. En su lugar, junto al plato de comida, dormía una joven desnuda. Mercedes le picó el hombro con un dedo. Entonces, la chica despertó, se apoyó en sus codos y le sonrió.
—¿Dónde está Gisela? —preguntó Mercedes.
—Soy yo —dijo la muchacha.
Entonces, Mercedes corrió a traer a su madre. Celeste, que pensaba que el conjuro era nada más para que Gisela estuviera siempre tranquila, se sorprendió muchísimo y salió corriendo al patio. Las tres entraron, vistieron a la jovencita y le preguntaron qué había pasado el día anterior.
Gisela respondió que estuvo jugando con Mercedes en el jardín, que vio a mamá leer un libro y que luego le dieron su comida, la cual le dio mucho sueño.
Como seguían sin entender bien la situación, Celeste corrió a ver al hechicero, quien le dijo que entre todos los conjuros había elegido el más complejo y jamás probado para el cual creía tener una solución.
—Gisela será la muchachita que me describes durante casi todo el mes, excepto las noches de luna llena. Cuando suba la marea, ella volverá a su forma original. Volver será difícil y doloroso, la hará muy agresiva, así que van a necesitar esto un día al mes —dijo, ofreciéndole unas cadenas plateadas.
Al llegar la luna llena, el hechicero fue a visitarlas. Gisela, ya enterada, aceptó ser encadenada y los tres presenciaron su primera transformación, un proceso que se repetiría cada mes. Sin embargo, Gisela fue feliz con su familia, vivió como humana sabiéndose una loba. No olvidó sus orígenes, pero cada luna llena se encadenó a la cama esperando que pasara la noche.
Gisela siguió con su vida, se enamoró de un humano y su descendencia generó lo que hoy conocemos como licantropía.
Sobre la autora
Andrea Pereira (28-06-1983). Escritora uruguaya, fue alumna del taller literario de María de la Cuadra en el año 2016. Sus cuentos fueron en varias ocasiones seleccionados por revistas literarias o galardonados en concursos. Sus obras han sido publicadas en México, Perú, Chile, Argentina, Alemania, Colombia, España y Uruguay
blog: https://lolitadejunio.wixsite.com/misitio
Imagen: Le Loup d’Aggubio – Luc Olivier Merson