Las gallinas, un relato de José María Gonzales (México)

Pues fíjese que yo tampoco creía en nada de eso, nomás en las historias que contaba mi papá de la mano peluda o, a veces, las que pasaban, lo que la gente cuenta, no me acuerdo bien. Pero sí viví algo bien raro, de esas cosas que por más que le dé uno vueltas no se explica cómo pasó.

Pues mire, ahí donde vivía antes con mi mamá, en el terreno ese que estaba más pegado a la vía, teníamos una vecina bien chismosa, ya sabe, de esas que nomás estaban ahí sentadas afuera de su casa, viendo quién pasaba y con qué, chismosa vaya. Pues que le cuento que, un día, mi mamá llegó con dos gallinas a la casa, de buen ver. Las compro justo pa´ las fiestas de año nuevo, las iba a poner en engorda. Pues cuando llegó, la señora se las chuleó, que disque estaban bien bonitas, que tenían sus plumas bien brillosas, puros piropos le aventó a las gallinas. Ya mi mamá le contó que se las habían traído de manera especial de la pollería.

Total, que unos días después, la vecina esa fue a la casa, casi chillándole a mi mamá, que pues no tenía dinero, que iban a venir unas visitas de su pueblo y que no tenía nada que ofrecerles para comer. Nombre, le contó casi toda su vida; pues ya ves cómo son esas señoras, uno ni les pregunta, pero hasta si sus chamacos fueron cesárea o natural te terminan contando.

Total, que ahí estuvo un ratote con mi mamá, yo andaba haciéndome mensa, no me acuerdo bien; pero dice mi mamá que entre la plática le decía que, bueno fuera que tuviera una gallina para hacerles un caldo tan siquiera, que porque nomás frijoles tenía, y pues mi mamá no es burra, tú sabes, dice que nomás le contestó, no pues si estaría bien, debería pedir fiado en el pollo o algo así. Pues sí, si le urgía y le importaba tanto hubiera ido directamente a los pollos a pedir fiado, ¡a casa de mi mamá pa´ qué! Pero, pues ya sabíamos, era nomás porque quería una de las gallinas, que mi mamá les daba de comer puras tortillas, carne y pollo. Sí, ni me preguntes, caníbales las hacía, pero eso si ya estaban bien gorditas.

El chiste es que la vecina se fue medio encabronada porque no le dio mi mamá la gallina, y en todo el día no escuchamos que le llegara gente de visita, pura mentira.

Ya en la tarde-noche estaba mi mamá hablando con su comadre y le contó lo que había pasado. La comadre de mi mamá le dijo que tuviera cuidado, porque se decía que la señora esa hacía cosas de brujería, que creía en la muerte y todo eso. Y ya te imaginarás a mi mamá en la noche antes de dormir, rezando el rosario y echando agua bendita por toda la casa, pues por si las dudas.

Ya estábamos bien dormidas, porque mi papá andaba trabajando fuera del pueblo, cuando en la madrugada nos despiertan los perros y el ruido del corral.

Que se para en chinga mi mamá y yo también. Prendió el foco del patio y se quedó mirando el relajo en el corral, las gallinas hacían bien feo y se escuchaba que algo andaba entre ellas. Pues yo pensaba que era la vecina que ya estaba ahí de loca, pero no, nomás salió una cosa bien rara, como un perro negro, como que se había metido a querer comerse a las gallinas, porque directo al corral fue.

El punto es que salió bien espantado. Mi mamá le pegó con una piedra, entonces el perro quiso brincar la cerca pa´ pasarse del lado de la vecina chismosa, cuando una madera que estaba medio rota se le atoró en el pecho al momento de dar el brinco. Nomás vimos cómo se atoró. Ladró con dolor y pues se rasgó toda la panza, nomás la sangre dejo en la madera y un poco de pelos o piel, no supimos bien, pero si se escuchaba bien lastimado.

Total, que mi mamá cerró el corral, se fijó si había roto algo más, si se había comido una gallina, pero no. Nos volvimos a acostar. Me acuerdo de que me dijo, «esa vieja lo ha de haber metido para que se comiera las gallinas», y yo también pensaba los mismo.

Pero agárrate, que aquí viene la mejor parte. A la mañana siguiente, pues no estaban sacando a la vecina de su casa, en una camilla. Llevaba bien llena de sangre la blusa y la falda, justo en la parte de la panza y del vientre. Nombre mi mamá y yo nomás nos vimos y me dijo: «esa pinche vieja es un nahual». Yo no supe que pensar, no sé si fue mucha coincidencia, si sí era un nahual y ella fue el perro o la criatura que entró en la noche, quién sabe.

Pues mira, por eso y otras cosas raritas de la gente fue que nos mudamos. Bien chistoso no, sabrá Dios qué fue, yo nomás te cuento y ya tú sabes si me crees o no, pero pues eso es lo más paranormal que me ha pasado.

Sobre el autor

José María González es escritor, fotógrafo y actor egresado de la Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad Veracruzana. Ha participado en más de una docena de producciones teatrales y cinematográficas. Es director de Pequeñas Ficciones, Colectivo Teatral Voces Efímeras y Noctámbulos, Colectivo Teatral. Ha sido publicado en revistas independientes, nacionales e internacionales.

Su labor como fotógrafo ha sido reconocida por Photo Vogue Italia.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Dolores Miranda dice:

    Excelente relato, me agradó, felicidades.
    Espero volverle a leer.

    Me gusta

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