Un mar de Palabras (fragmento de novela)
Sucedió un día lluvioso a comienzos de primavera.
La llovizna, blanda como la niebla, me empapaba. Estaba tendido a un lado de la acera. Los transeúntes tan solo me miraban de reojo y se alejaban apurando el paso. Al cabo de un rato ni siquiera era capaz de levantar la cabeza y contemplaba el cielo plomizo con un solo ojo.
A mi alrededor todo era calma, salvo por el ruido lejano del tren, que se parecía a un trueno. El traqueteo que producía al pasar por la vía elevada era intenso y acompasado.
Ese ruido me despertó un fuerte anhelo.
Si los tenues latidos de dentro de mi pecho bastaban para mantenerme en movimiento, qué es lo que no haría aquel sonido.
Con toda seguridad era el palpitar del mundo. Un mundo fuerte, grande, perfecto. Pero yo no lograba formar parte de él.
Las finas gotas caían al mismo ritmo, sin hacer ruido. Con la mejilla pegada al fondo de la caja de cartón, comencé a sufrir una alucinación en la que mi cuerpo levitaba lentamente.
Cada vez subía más alto, hacia el firmamento.
Pronto se oiría el sonido de un corte y en ese instante me separaría de este mundo.
Al principio la que me mantenía unido al mundo era mi madre.
Cálida, buena, me daba todo lo que deseaba.
Ahora ya no estaba.
No me acuerdo de cómo ocurrió, de cómo terminé calado por la lluvia dentro de una caja de cartón.
No podemos recordarlo todo. Solo retenemos lo verdaderamente importante. Pero no había ni una sola cosa de la que quisiera acordarme.
La lluvia blanda me empapaba.
Yo, vacío por dentro, ascendía lenta, muy lentamente hacia el cielo gris.
Entonces cerré los ojos y aguardé el momento decisivo en el que me separaría del mundo de una vez por todas.
Tuve la sensación de que el ruido del tren era cada vez más fuerte.
Al abrir los ojos, vi la cara de una humana. Me observaba desde arriba, con un gran paraguas de vinilo en la mano.
¿Cuánto rato llevaba allí?
La mujer me miraba agachada con el mentón apoyado sobre las rodillas. La larga melena le caía sobre la frente. Al chocar contra el paraguas, el ruido del tren sonaba con más fuerza que nunca.
Empapados, tanto su pelo como mi cuerpo se habían vuelto más pesados; la agradable fragancia de la lluvia lo inundaba todo.
Tras esforzarme en erguir el cuello, la miré a la cara con los ojos abiertos.
Sus pupilas temblaron. Durante un segundo apartó la mirada pero luego volvió a contemplarme fijamente, con decisión. Y así pasamos un rato, observándonos el uno al otro.
El eje de la Tierra rotaba en silencio mientras nuestra temperatura corporal, la suya y la mía, no paraba de enfriarse de manera callada en medio del mundo.
–¿Te vienes conmigo?
Las yemas de sus dedos, frías como el hielo, tocaron mi cuerpo. Me levantó con cuidado entre sus brazos. Vista desde arriba, sorprendía lo diminuta que era la caja de cartón. Ella me envolvió entre la chaqueta y el jersey. Costaba creer la calidez de su cuerpo.
Sentí sus latidos. Echó a andar en dirección al ruido del tren. Ella, yo y los latidos del mundo nos pusimos en movimiento a la vez.
Ese día ella me recogió. Por eso soy su gato.
Sobre el autor y el traductor
Naruki Nagakawa es conocido como escritor y guionista. Nació en 1974 en Aichi (Japón). Sus obras abarcan diversos géneros, desde novelas hasta guiones de animación o videojuegos. Algunas de sus obras más representativas son los guiones de Chozoku Henkei Gyrozetter, Prince of Stride y Scared Rider Xechs. Hasta ahora ha convivido con tres gatas: Asuka, Cookie y Rei. El que se llamen como famosos personajes de animación es coincidencia.
Gabriel Álvarez Martínez (Carvalhinho, 1985). Licenciado en Traducción e Interpretación en la Universidad de Vigo. Estudió un año en el Institut Supérieur de Traducteurs et Interprètes de Bruselas. Antes de vivir en Japón, trabajó un tiempo en Newcastle (Inglaterra) y París. Profesor de traducción de textos literarios en la Universidad de Vigo, traductor literario y de mangas. Ha vertido al gallego y al español obras de autores como Ryunosuke Akutagawa (Rashomon), Junichiro Tanizaki (El elogio de la sombra), Haruki Murakami (Tras el anochecer, De qué hablo cuando hablo de correr, 1Q84) y Banana Yoshimoto (Recuerdos de un callejón sin salida).
Un agradecimiento especial a Duomo Ediciones, y a su amable editora Àngels Balaguer por compartir este fragmento de la novela Ella y su Gato con nosotros.