Reflexiones sobre la humanidad desde la visión de un gato hiperacelerado: Oda a la inactividad – Gani

Podría dejarlo como una nota al margen, pero la ironía de la vida quiso que el autor, cambiado a gato, se viera obligado a buscar un espacio tranquilo y reposar la mente para escribir estas líneas.

La tarea no fue sencilla. Nunca lo es cuando se pretende ser uno mismo tras la máscara del otro, cuando se asume un papel distinto y en ello se encuentra verdad.

Si desea acompañarme, piense en uno de esos ejemplares que inundan el internet con sus acrobacias, ternura, caídas y desastres. Tómese el tiempo que necesite para hacerlas suyas, para cambiar de perspectiva y aplicar todo un amplio mecanismo de introspección que lo lleve a afirmar “soy un gato”. Recuerde que puede pertenecer a la raza que quiera. En el fondo, esto es irrelevante, todos poseemos las mismas bibliotecas mentales. ¿Quisiera echarles un vistazo, saber qué pensamos de la humanidad, cuál ha sido nuestra interacción?

Podríamos hacer todo un recorrido por las historias de cómo nos trataban en la antigüedad, de quienes fueron nuestros antepasados y la manera en la que nos idolatraban en sus templos. Podríamos hablar largo y tendido sobre todas nuestras capacidades, de cómo vemos en la oscuridad, de nuestra maestría en la caza, de cómo seríamos capaces de exterminar a los humanos en el caso de que la Fortuna nos diera una oportunidad.

Pero ya muchos han hecho eso. Deseo que nos detengamos en nuestra característica más inadvertida: el ser capaces de hacer absolutamente todo o nada sin sentirnos mínimamente culpables, a diferencia de la mayoría de los hombre y mujeres que pueblan el mundo.

Cuando los humanos van al diccionario a buscar esa palabra -hacer-, encuentran muchas definiciones, cada una de las cuales se toman muy en serio. Pareciera que las sufren con tan solo pensarlas.

Hacer, como transitivo, significa básicamente ‘producir o fabricar’, ‘realizar o ejecutar’; como pronominal, ‘convertirse en algo o llegar a ser algo’ (Se hizo médico), también ‘fingir ser algo’ (Se hizo el muerto).

¡Es un verbo tan importante para ellos! Pero lo es de una manera extraña. Viajemos, pues, velozmente, a través de lo que han -hecho-.

Nosotros vimos surgir su raza hace milenios, cuando apenas lograban sobrevivir y, poco a poco, fueron econtrando nuevas formas, cada vez más simples, de solucionar sus problemas. Al principio eso nos impresionó, pero, al mismo tiempo que inventaban soluciones, crearon su más grande problema: eso que ata su voluntad y llaman -tareas-, un nombre extraño, que es exactamente lo que su sonido expresa. Desborda aburrimiento.

Conforme fueron avanzando sus días, se llenaron de actividades, y empezaron a encargarse de otros animales para su provecho. Con la ayuda de estos animales, extraían recursos útiles. A costa de su vida y su muerte, avanzaron en su -desarrollo-, otra palabra que persiguen incansablemente y utilizan mucho.

Más temprano que tarde, dieron un enorme salto como -civilización-. Empezaron a registrar todo lo que consideraron necesario en tablillas, papiros, pergaminos, papel, libros, chips, tarjetas, memorias. Pronto se dieron cuenta de que su avance era una cuestión colectiva. A pesar de su ego, a través de la lectura anduvieron los pasos de sus antecesores más sabios, cuya existencia era una ventaja. Pues, en poco tiempo, recorrieron un enorme camino, demasiado grande para una especie que hace unos milenios apenas y sabía alzarse en dos patas.

A diferencia de ellos, entre nosotros no hay ninguno que destaque especialmente, Sabemos que algunos de nuestros antepasados fueron idolatrados por sus ancestros, pero ni siquiera conocemos sus nombres y, aunque los supiéramos, no los recordaríamos. Los nombres, los engaños de ese tipo de abstracciones, nos importan muy poco. Pero, para los humanos, estos héroes son realmente importantes, astros en un mar infinito, personas que los hicieron -avanzar-, que descubrieron cosas importantes y dejaron pruebas y metas para el -futuro-.

Al igual que sus sombras, los -conceptos- que han ido apareciendo, a veces uno detrás de otro, a veces simultáneamente, llenan sus vidas de -conocimiento-, pero también de tareas, deseos reprimidos, carencias. Establecieron límites no solo para sí. Crearon fronteras imaginarias basadas en su capacidad de ir dominando el mundo, cuando todos sabemos que no son dueños ni de sus propias vidas. Se convirtieron en seres arrogantes, predispuestos a la destrucción y al vacío. 

Sin embargo, vimos surgir su especie una y mil veces. Si hay algo que se les debe conceder es eso, que son muy obstinados. No se resignan ante la muerte. Resurgen de las cenizas, pero haciendo pagar a la Naturaleza un precio alto. Arrasan con todo lo que se encuentra a su paso, como una tormenta. Y no lo ignoran. Prueba de esto es que denominaron -antropoceno- al periodo en el que su incidencia es tan alta, tan invasiva, que no puede obviarse.

Pensar en esto me horroriza. Necesito un respiro. Esa manera de ser ansiosa y opresiva, que no logro entender, me pone nervioso Necesito tan solo un breve respiro para evitar devenir en algo que no existe: un gato hiperacelerado. Supongo que esto es demasiado para un receptáculo cuyas ambiciones no viajan a la velocidad de su hambre.

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Volvamos sobre el meollo del asunto. Hacer es un todo para ellos, resignifica su existencia. Uno de sus -filósofos-, personas con muchísimo tiempo libre, decía que ellos no están tan preocupados por problemas reales como por sus ansiedades imaginadas. Con estas palabras dibujó los trazos de lo que hoy podría acuñarse como el concepto de -estrés-, algo que impregna las huellas del hombre en el transcurrir de las horas, algo que impregna hasta su forma de comunicarse. Siguiendo la ruta que ellos mismos crearon con la posmodernidad, las palabras que se usan para determinar su entorno, su avance, son cada vez más enrevesadas y complejas de descifrar. Inventaron la tecnocracia, el aceleracionismo, el hiperconsumismo, la masividad mediática, el necrocapitalismo, el antiintelectualismo, la posverdad.

Claro está que, en el flujo eterno de las cosas, lo que hagan o dejen de hacer termina siendo, a fin de cuentas, irrelevante. Pero ellos, en su ignorancia, poseen como un objeto precioso la idea de que -deben- hacer algo, hazañas que los conviertan en gente importante, incluso sin pensar en las consecuencias. Además, están fijos en la idea de que los objetos que poseen les otorgan -prestigio-, -poder-. 

Sé que mis apreciaciones sobre el tema pueden resultar demasiado simples para algunos, pero también lo han sido las de sus pensadores más brillantes. Henry David Thoreau, escritor, poeta y filósofo, dejó vestigio y testimonio de esto al compartir con los suyos que ¨Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulado se sosiegan en la infinita indolencia del reposo de la naturaleza¨. Sin embargo, parece que esto se les ha olvidado. Necesitan la hiperaceleración producida por la serotonina, que obtienen de sus dispositivos como de una droga. Practican la insaciabilidad, una palabra despreciable para un ser que conquistó cada aspecto de su entorno, pero cada vez menos de sí mismo.

Cuando la mente está en calma, cuán rápido, cuán suave y cuán bello percibes todo, dijo Yogananda. Pero la suya está saturada, ya no puede traducir los pensamientos de la mente colectiva del gato. Porque el gato simplemente es, simplemente vive. Observa y reposa.

Vivir, esa es la palabra correcta. Vivir siendo y dejándonos ser, observando, escuchando, percibiendo, deteniéndonos en los detalles que los artistas, escritores y músicos intentan emular y entregar a quienes no tienen los sentidos para hacerlo.Detenerse en los vestigios de la mente de los gatos. Dejarse imbuir, con curiosidad infantil, del mundo. Desarticular los pensamientos y dejarlos ir, pasar al momento siguiente como quien nunca ha vivido, percibir el mundo a la luz y frescura de la calma, eso es lo que significa detenerse.

Debemos resignificarnos, usar palabras nuevas, no para hacernos complejos, si no para disfrutar del camino.

Sentir el frescor del agua, uiscefhuaraithe, el olor de la lluvia, petricor, el cálido amor del sol, zeniprisma, el crepitar del fuego, blazemoche, la luz que se filtra a través de las hojas, komorebi. Palabras como esas son las que detienen el mundo y deberían diseminarse por nuestra alma colectiva, porque, a fin de cuentas, eso de que nacemos solos y morimos solos es mentira, nunca hemos estado solos.

Ya sea joven o viejo, siempre siento igual: un monte en la noche, una mujer callada en el balcón, un camino blanco, el reflejo lunarme llenan de nostalgia y anhelo el corazón. Oh, mundo ardiente; oh, mujer blanca en el balcón; un perro ladra en el valle, pasa un tren lejano; ¡cómo mentís, cuán amarga es vuestra decepción! Y aún seguís siendo mi sueño dulce y vano. La espantosa ¨realidad¨ con frecuencia he buscado, donde reinan asesores, ley, moda, dinero, pero siempre he huido, libre y desengañado, hacia la dulce locura y el sueño hechicero. ¡Aire nocturno y cálido, gitana morena, Mundo de loco anhelo y poética llama! Espléndido mundo, mi sempiterna escena, ¡Tu rayo me estremece, tu voz me reclama!

Espléndido mundo, Hesse

El caminante.

Sobre el autor

Carlos A. Guzmán Z (Gani) nació en San José, Costa Rica. Es escritor, investigador y editor de ficciones especulativas e imaginativas (Ciencia Ficción, Fantasía, Terror y afines). También es investigador de mitología y religión, especialmente de las tradiciones celta y nórdica. Pertenece formalmente a la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica Chilena desde el 2020. Se encuentra desarrollando un proyecto de literatura especulativa y de la imaginación que parte de Costa Rica hacia Latinoamérica. Ha publicado en espacios digitales como Revista Paréntesis (Costa Rica) y La Nave Invisible (España). Estudia Filología Clásica y Física en la Universidad de Costa Rica y Guion Audiovisual gracias al proyecto DeleFoco.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Avatar de Mari Mari dice:

    ”The awful things we do to make the head go quiet”

    Gracias por compartir esto ✨

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