INTRODUCCIÓN
En el periodo de la historia de la Roma antigua conocido como el Principado, Octaviano, el futuro emperador, tomó las riendas del gobierno tras cruentos combates fratricidas, siendo uno de sus objetivos fundamentales la reformulación de los valores morales, sociales y políticos de la ciudadanía romana, que a su parecer habían sido minados a lo largo de la República por el vicio, la molicie y las influencias de Oriente —así se puede ver en algunos autores como Tito Livio (1)—. Para la consecución de esta gran empresa, hizo acopio y uso de todos y cada uno de los recursos que tuvo a su alcance, siendo la literatura uno de los principales transmisores de la moral e ideología que pretendía difundir y, además, de aquel periodo histórico y fundacional de la Urbe en el que la historia y la mitología se entremezclaron como indicó Tito Livio al principio de su primer libro de la Ab Urbe Condita (2).
El caso del mito de Tarpeya, uno de los personajes menos conocidos de la mitología romana, no fue ajeno a todas estas modificaciones sociales y políticas, y a pesar de que su presencia es breve en la literatura latina, su mensaje era fuerte y contundente para los lectores contemporáneos de Octaviano. Este ha sido transmitido por dos versiones textuales diametralmente opuestas, aunque aparentemente puedan ofrecer la misma: la que describe Tito Livio en sus Arqueologías y el poema de Propercio en el libro cuarto de su obra. Pretendo, atendiendo a las fuentes, realizar un análisis del personaje y del trato que se le da en cada una de las versiones de los autores anteriormente citados.
TITO LIVIO
Es causa justificada realizar una breve semblanza, al menos, no tanto de la vida del historiador “oficial” del principado, sino de la situación social del autor en el momento de producción de la obra. Nos encontramos en una tesitura histórica en la que los destinos del mundo están regidos por Octaviano y, por lo que es más importante, por su visión del mundo, transformada en una doctrina que se siente en todos los planos de la vida social y la literatura no permanece al margen de esta tendencia. La maquinaria de propaganda augustea se sirvió de la literatura como elemento de difusión de su programa entre las élites del estado; Vigilio, Tibulo, Ovidio —éste último en menor medida y en circunstancias concretas— fueron algunos de los autores que en sus obras —las obras de madurez prácticamente, por coincidir con el momento de apogeo del principado— plasmaron y transmitieron los preceptos ideológicos de Octaviano.
Todo estaba predeterminado desde las instancias de poder y la figura de la mujer había sufrido una renovación considerable no sólo ideológica, sino, también, desde el punto de vista legal, retomando los modelos de matronas de las arqueologías romanas de finales de la Monarquía y de principios de la República. El mejor dibujante del prototipo de matrona romana fue Tito Livio en su primer libro de las Historias: Hersilia, Lucrecia o Veturia son algunos de los ejemplos más destacados dentro de la narración del Patavino que no sólo son piadosas, fecundas y sobrias mujeres, sino que, si tienen que dar la vida por el Estado Romano o por la honra de su familia, no dudarán en hacerlo. ¿Y qué supone este tipo de mujer para la Antigua Roma?, pues supone el basamento natural de la sociedad, es el fundamento de la civitas latina, el origen de todo ciudadano. Estas mujeres virtuosas mantienen estructurada la sociedad, son el lugar donde siempre se puede retornar, como diría M. Bonjour (3), son la patria loci, término que considero apropiado traducir como “la patria chica” frente a la patria con “mayúsculas”.
Una vez definido de manera sucinta el concepto de matrona y lo que supone en la obra de Livio y en el Estado Romano, analizaré el personaje femenino de Tarpeya dentro de las Historias. Tito Livio (4) relata, dentro del marco de la guerra entre Latinos y Sabinos, el curioso mito de Tarpeya, hija de Espurio Tarpeyo, comandante de la ciudadela de Roma y general romano al que Rómulo le había asignado la labor de custodiar el peñasco que llevará el nombre de su hija, mujer dedicada al culto de Vesta, que fue sobornada por Tito Tacio, comandante del ejército invasor sabino, con la finalidad de que le abriera las puertas de la ciudadela en el momento en que ella se dirigía a por agua hacia una fuente cercana para realizar los ritos lustrares. Por la ambición y la codicia, al menos así se desprende del texto de Livio (5) , la vestal murió por pedir aquello que los Sabinos portaban en la mano izquierda; entendieron los invasores que la joven pedía los escudos y, creyendo que se trataba de una trampa para adentrarse en la ciudadela desarmados, la sepultaron bajo sus escudos.
La extensión que Livio dedica a este mito es meramente anecdótica. Cumple, a mi juicio, dos funciones principales: en primer lugar, es una pequeña fábula que sirve como elemento de cohesión dentro de un relato mayor (6) ; en segundo lugar, la fábula transmite un mensaje de que los traidores no pueden recibir otro trato que la muerte. Una mujer llevada por la codicia traiciona a su patria —la de con “mayúsculas” y la “chica”— y Livio la dibuja como los evangelistas delinearon a Judas Iscariote en sus escritos. Su nombre quedó para la eternidad grabado en la Rupes Tarpeia, promontorio romano desde donde eran lanzados los traidores y los enemigos del estado.
PROPERCIO
El mito de Tarpeya dentro de la obra de Propercio supone una nueva y detallada variante para el relato, así como un nuevo y extraño tratamiento del amor dentro del género elegíaco.
En primer lugar, trataré el mito y sus diferencias con la narración oficial del mismo, dejando el género elegíaco y sus innovaciones para más adelante. Pinta a la joven vestal como una dulce y joven muchacha que, yendo a por agua a una fuente próxima a Roma, se vio seducida por el comandante sabino, y así lo recogen las palabras de Propercio:
et satis una malae potuit mors esse puellae, quae uoluit flammas fallere, Vesta, tuas?
uidit harenosis Tatium proludere campis pictaque per flauas arma leuare iubas: obstipuit regis facie et regalibus armis, interque oblitas excidit urna manus. (7)
El amor, como así lo mantiene la tradición médica a lo largo de la Edad Antigua y Medieval, es una enfermedad que, de no ser tratada a tiempo, puede ser perniciosa y corromper el espíritu. Siendo conocedor de este efecto, Propercio, esgrimiendo la idea de la enajenación y del poder del amor, defiende a la joven Tarpeya de la acusación de traición que sobre ella recaía. Ella era muy consciente de que su amor no iba a ser permitido por las divinidades y que su final iba a ser trágico, llegando a preferir el cautiverio en territorio sabino a la libertad en su propia tierra:
dumque subit primo Capitolia nubila fumo, rettulit hirsutis bracchia secta rubis,
et sua Tarpeia residens ita fleuit ab arce uulnera,
uicino non patienda Ioui […] (8)
[…] o utinam ad uestros sedeam captiua Penatis,
dum captiua mei conspicer ora Tati! […] (9)
El amor la hace divagar hasta tal punto que se ve como reina del pueblo sabino junto a Tito Tacio, dando como dote la traición y la caída de la ciudad de Roma, aunque, si por ella fuera, preferiría saldar la afrenta del rapto de las sabinas con su propio rapto, elementos que Propercio entreteje para hacer más creíble y cercana la postura de Tarpeya:
hic, hospes, patria metuar regina sub aula? dos tibi non humilis prodita Roma uenit. (10)
Ya cometida la traición, pide matrimonio a Tito Tacio y, al punto, fue sepultada por los escudos sabinos. Tomó la roca su nombre, un destino que para Propercio era injusto, pues la vestal había sido víctima de un amor descontrolado y violento:
et ingestis comitum super obruit armis. haec, uirgo, officiis dos erat apta tuis.
a duce Tarpeia mons est cognomen adeptus: o uigil, iniustae praemia sortis habes (11).
El relato es mucho más rico que ningún otro que haga referencia a Tarpeya; se especifica la fecha en que se llevó a cabo la traición, los actos y sentimientos que la impulsaron, los lugares donde ella se sentaba a mirar el campamento enemigo, su esperanza en el amor, e incluso la comparación entre los lugares de la Roma contemporánea de Propercio y de la Roma de Tarpeya.
Éste último punto no es mera casualidad, Propercio, al igual que Livio, arrodilló su producción, sólo el cuarto libro de las elegías, ante las propuestas de renovación del Princeps. De la lectura de esta elegía, y todo lo que ella conlleva: personajes, lugares, festividades, etc, se desliga la idea de un, como dice Rosa María Iglesias Montiel, nacionalismo ferviente. Sólo analizaré la figura del personaje principal a través del tamiz de las ideas de Octaviano. Propercio, atendiendo a las renovaciones, no la define, al igual que lo hace Livio, como una Vestal propiamente dicha —el colegio sacerdotal de las vestales lo fundará el sucesor de Rómulo, Numa— y por ello le hace ir a buscar el agua para los oficios, no a la fuente situada más allá de Porta Capena, sino a la fuente del Tulianum, según la descripción del poeta; ascendidos los Centum Gradum, Tarpeya no ve sólo a su amado pelear contra Rómulo sino que, por medio de sus propios ojos, el lector contemporáneo de Propercio podía ver la primitiva Roma, poco más que un bosque, y compararla con el poderío y la monumentalidad que la Roma actual había alcanzado gracias a Augusto —ese era el mensaje que debía calar hondo en los lectores y no tanto la leyenda de Tarpeya—:
lucus erat felix hederoso conditus antro, multaque natiuis obstrepit arbor aquis, Siluani ramosa domus, quo dulcis ab aestu fistula poturas ire iubebat ouis (12).
Si tenemos en cuenta la figura de la mujer en el último libro de Propercio, vemos cómo el prototipo de mujer que alaba no está a mucha distancia del que defiende Tito Livio, éste fue el resultado de la feroz propaganda del Principado.
Dentro del género elegíaco, este poema supuso un cambio en la tradición y una considerable innovación. En las composiciones elegíacas tradicionales la mujer era el elemento de poder al que el hombre estaba supeditado por medio del amor no correspondido; vemos en este poema un cambio en el rol de los personajes: es la mujer quien padece las penurias del amor no correspondido y el hombre es el que tiene el poder y la elección Un personaje oscuro, poco querido, y peor aún, poco tratado en la literatura latina, quedó como un arquetipo para no ser imitado y en el nombre de un peñasco, desde donde eran lanzados los traidores. Al final no es más que un engranaje para poder hacer coincidir —al menos eso creo— la genealogía sabina y las estirpes romana, y así justificar su unión para que nada quedase desatado en la gran historia que Augusto pretendía hacer oficial.
CONCLUSIONES
Sorprende cómo dentro del mismo periodo histórico la trasmisión de un mito, a pesar de las variantes anteriormente expuestas, puede resultar clave para la propagación de un ideario político. En este sentido el mensaje que se pretende trasmitir por ambos autores, a pesar de las diferencias narrativas, es el final destinado a aquellos que pretendan traicionar al Imperio y a su patria.
Por un lado, contrasta el tratamiento que ofrece Tito Livio, entendiendo el mito como un eslabón más de su narración, en este caso el mito del rapto de las sabinas, sin apenas otorgarle espacio para el desarrollo dentro de su ingente obra; por el otro, Propercio se detiene y dedica una elegía completa y extensa a este personaje con el que empatiza y además pretende justificar su comportamiento, pero sin desligarse de las pretensiones de su libro IV ajustadas al ideario de Octaviano.
Notas
1 Nuper divitiae avaritiam et abundantes voluptates desiderium per luxum atque libidinem pereundi perdendique omnia invexere (I/pr/12).
2 Quae ante conditam condendamve urbem poeticis magis decora fabulis quam incorruptis rerum gestarum monumentis traduntur, ea nec adfirmare nec refellere in animo est. atur haec venia antiquitati, ut miscendo humana divinis primordia urbium augtstiora faciat (I/pr/7)
3 BONJAOUR, M.(1975) Matronalia «Les personnages féminins et la terre natale dans l’épisode de Coriolan (Liv., 2, 40)», Bruselas, 157- 181.R. E. L.
4 Tito Livio I/11/5-9
5 Additur fabulae, quod volgo Sabini aureas armillas magni ponderis brachiolaevo gemmatosque magna specie anulos habuerint, pepigisse eam quod in sinistris manibus haberent (I/11/8). La forma pepigisse, a mi juicio, no es usada por casualidad, sino porque de su contenido semántico se desliga la noción de exigencia más que de petición.
6 El argumento principal de la historia narra la relación entre Romanos y Sabinos, desde el momento del Rapto hasta la historia de Metio.
7 Propercio IV/4/ v.v19-23
8 Cf5, v.v 26-29
9 Cf 5, v.v 33-34
10 Cf. v.v 55-56
11 Cf. 5, 91-94
12 Cf.5 v.v 3-9
BIBLIOGRAFÍA
CANO ALONSO, P.L. (1998) Sobre los personajes de Propercio, Faventina 20, 101-108.
– (1993) Rescoldo de unos celos: el reencuentro de Cintia en el Libro IV de Propercio, Cuadernos de Filología Clásica: Estudios Latinos 4, 73-82.
FONTÁN, A. (1997) Ab Urbe Condita Titi Livi, Madrid, CSIC.
HANSLIK, R. (1988) Sex. Propertii Elegiarum libri IV, Leipzig, Teubner.
IGLESIAS MONTIEL, R.M. (1975) El nacionalismo de Propercio, Cuadernos de Filología Clásica 9, 79-131.
Sobre el autor
Daniel Río Lago nació en la ciudad de Santander en el año 1991. Se formó en Filología Clásica en la Universidad de Valladolid, cursando posteriormente el master en Estudios Filológicos Superiores. Actualmente, prepara su maestría en Formación del Profesorado con especialidad en Latín en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, con la finalidad de poder comenzar y desarrollar la carrera docente en el ámbito de la Filología Clásica en la Enseñanza Media.