Para Platón la importancia de la justicia (dikaiosyne) radica en la función de organizar las prioridades del hombre y dirigir las virtudes y las tendencias del alma con el fin de que cada individuo cumpla con su tarea, esto gracias a su naturaleza y a la armonía que produce la philia de cada una de sus partes (racional, fogosa, apetitiva), logrando así la excelencia del alma humana.
En el individuo justo están presentes las mismas partes o clases del estado justo y son regidas por los mismos principios, pero a un nivel micro. Al igual que las clases sociales, cada parte del alma tiene una función, una aspiración y una virtud que contribuye a armonizar el todo del alma, ordenándolo según la justicia, es decir, según lo que es propio y moderado. Por ejemplo, en un alma justa la parte racional manda y la fogosidad le sirve, y es así como la sabiduría hace posible la valentía (saber cuándo atacar y cuando resistirse a hacerlo) (República, IV, 441c).
Sobre la relación de la justicia con cada una de las otras virtudes que corresponden a los tres niveles del alma (templanza, valentía y sabiduría), podemos decir que esta actúa regulando las tendencias de las partes por medio de las virtudes expuestas para producir bienestar, tranquilidad y felicidad.
En la parte racional, cuando la justicia la gobierna y permite al hombre ser dueño de sí y no esclavo de sí mismo y de los impulsos y placeres, la sabiduría hace su parte y permite deliberar con prudencia respecto al bien, incluso para poner en regla a las otras partes, pues una virtud deseada en estas es la obediencia. En la parte fogosa o aquella que tiende a enardecerse, el producto de la justicia y la razón que imperan es la valentía, al saber cómo se debe proceder según la situación (si se debe ser activo o pasivo con respecto a las pasiones), mientras que en la parte apetitiva este producto sería la templanza, la cual moderaría los placeres y los deseos de riqueza, sensualidad, bebida y comida.

Finalmente, es importante mencionar que, según la naturaleza del individuo, aunque este tenga un alma compuesta de partes distintas, manifestará una tendencia que lo adecue a su clase. Por ejemplo, las almas de los guardianes han de ser fogosas, pero esto no altera la justicia, sino que contribuye a fijar el lugar de cada uno dentro del estado.
Considerando todo lo anterior, la propuesta de Platón resulta bastante interesante y útil, especialmente para aproximarse a conceptos como la maldad y la injusticia, los cuales podrían ser vistos como tipos de corrupción cuya génesis se encontraría en el desequilibrio y en la traición a la propia naturaleza, a causa de la debilidad y la sinrazón.
Así mismo, resulta ventajosa la definición de la justicia como el cumplimiento de las funciones según la disposición natural que nos invita a vivir bien y a disfrutar con moderación de los placeres del alma y del cuerpo. Esta noción la convierte en nuestra aliada y no en un yugo insufrible. Sin embargo, es menester señalar que para Platón la justicia es un bien colectivo que va más allá de los intereses personales. Pues, así como la justicia permite la armonía de las partes del alma, también permite la armonía de los ciudadanos en una ciudad ideal, y este es el bien supremo cuya búsqueda se ha atribuido al filósofo.

Bibliografía
Platón. (1985) Diálogos. Tomo IV. Introducción, traducción y notas de C. Eggers Lan. Madrid: Gredos.