Microrrelato mexicano: Frutos de amor por Angélica Santa Olaya

De maíz

Cuenta la leyenda que, entre el cielo y el mar de América, planearon los dioses su creación. Necesitaría fortaleza para soportar las adversidades a través de los siglos, la luz que en una sonrisa de blancos granos recibiera al sol cada mañana y la suavidad nutricia de la carne que propiciara un corazón que supiera extender la mano a sus hermanos. Luego de un acalorado debate, y habiendo encontrado el material perfecto en los dorados cabellos de una mazorca de maíz, los dioses pasaron el día martajando y moldeando brazos, piernas, torsos y cabezas. Al fin, cuando el sol decidió descansar, satisfechos durmieron los creadores sobre la milpa sabiendo que nunca les faltaría alimento y soñando con la nobleza de los pasos que inundarían el siguiente
día.

Amor de cacao

Asignada a las labores de la cocina por su buena sazón, Sor María Antonia de la Purísima Concepción, afanosa, daba vuelta entre sus manos al molinillo que coronaría de burbujeante espuma la taza de chocolate más grande del convento para el obispo. Pero antes de servirlo, apartó una taza más pequeña, adornada con flores y llenita del dulce líquido, que escondió detrás de una olla junto al fogón.

Las labores manuales y creativas eran su especialidad. Antes de ingresar al convento, obligada por sus adinerados padres, de acuerdo con las nuevas ideas ilustradas, y con el fin de aplacar sus brincoteos por las ramas de los árboles de la hacienda, habíanle procurado un maestro pintor que fue el primero en descubrir, a través de los dibujos de María Antonia, sus peculiaridades artísticas… y otras.

─Niégase a pintar figuras masculinas… ─arguyó una tarde, bajito y entre dientes, el maestro, como si susurrara un secreto.

Primero le fue difícil adaptarse al encierro, soportar los gritos y malos modos de la superiora; pero se acostumbró con los años. A todo se acostumbra uno, menos a la falta de afecto. Fue así que, un venturoso día, apareció entre los rosales del patio mayor un rostro que haría las delicias de María Antonia. Era Sor Francisca de la Preciosa Sangre de Cristo, quien se convertiría en la consentida del convento por su dócil y gentil actuar. Por eso, cuando la madre superiora sugirió que Sor Francisca debía ser retratada con corona de flores para ser el ejemplo de sus compañeras, María Antonia fue la primera en celebrar y ofrecer sus servicios artísticos.

Desde ese día, Sor Francisca modelaba y, con grácil gesto, saboreaba una pequeña taza de chocolate caliente que escondía a ratos detrás del aterciopelado cortinaje de fondo. Mientras, María Antonia coronaba, a pincel, con polícromas y delicadas flores la cabeza de Francisca sobre la tela; la esposa de ese Cristo a quien la artista no envidiaba porque, cuando todas dormían, ella, y sólo ella, gozaba de los amorosos dispendios de Francisca en ese lúgubre lugar donde su amor iluminaba aquel indecible secreto perfumado por el dulce aroma de una taza de cacao recién molido en el metate.

El salvador

Eva cortaba florecitas en el paraíso cuando su tripa comenzó a rugir. A su lado, un árbol grande y frondoso, lleno de manzanas, se agitó con el viento. La serpiente, enredada entre la fronda, se dispuso a arrojar las venenosas palabras. Pero el tarascazo de una garra la sorprendió impidiendo la tragedia. Desde la cima del árbol, un gato sonreía con la sierpe entre las fauces. El gato, inteligente como suelen ser los gatos, sabía que ese no era el paraíso prometido (él no era un gato cualquiera, sino Cheshire) y que Eva no era la costilla de un hombre, sino una hermosa loca que sabía muy bien a donde quería llegar. Desde entonces, Eva y sus descendientes vagan desnudas, sin vergüenza, por el mundo.

Sobre la autora

Angélica Santa Olaya, Ciudad de México 1962. Poeta, escritora, historiadora, Maestra de Cuento, Minificción y Haikú para Diplomado Creación Literaria del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL). Primer lugar en dos concursos de cuento breve e infantil. Segundo lugar Certamen Internacional de Poesía “Victoria Siempre 2008” Argentina. Mención Honorífica Concurso IER/UNAM “En su tinta” 2020 y 2o Lugar Concurso “Crónicas de un virus sin corona” UACM 2020. Publicada en 130 antologías internacionales. Escribió 16 libros de poesía, cuento, minificción y novela. Traducida al rumano, portugués, inglés, italiano, catalán y árabe.

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