Catasterismo cánido.

—¡Nuestro amo Orión fue castigado de forma injusta por un maldito escorpión gigante! ¡Procyon y yo merecemos la catasterización y estar junto a nuestro amo por toda la eternidad!

—¡Su dueño se lo tenía bien merecido! ¡Nadie lo tiene acosando a siete doncellas celestiales! ¡Por otro lado, es a mí a quien deben poner en el firmamento! Fui leal a Erígone y a su padre Ícaro hasta su muerte, ¡así que debo ser retribuida por la crueldad cometida contra ellos dos!

—¡Oh, claro que fuiste retribuida, Mera! ¿Acaso no mandó el dios de los vinos a matar a todas las doncellas que no habían contraído matrimonio en venganza, hasta que les hicieran los debidos rituales? ¡En cambio, a mí sí que me deben dejar descansar en el cielo! ¡Sólo a unos idiotas se les ocurre pedirme que cazara a una zorra que por destino era incapturable!

Varios ladridos despedazaban la quietud de aquel prado. No paraban de gruñirse entre sí, con sus colas crispadas de tan agresiva tensión, disputándose el derecho de la inmortalidad estelar. No eran canes ordinarios: Sirius y Procyon, los agresivos compañeros del arrogante Orión; Mera, fiel a Erígone y a Ícaro; y Laelaps, famoso por atrapar siempre a su presa. Todos ellos habían perecido ya, mas debido a sus proezas, esperaban en un peculiar limbo su destino final. Otros animales no deseaban verse envueltos en una pelea de esta legendaria jauría, y los evitaban a toda costa.

Después de un rato, cada uno, harto ya, buscó una piedra o un palo y trataron de arrojárselos los unos a otros; pero los cuatro los esquivaban con cómoda agilidad, aquello era como desperdiciar flechas en buitres. Sirius era el más fuerte de la dividida jauría, de modo que disparó con su cola una roca del tamaño de su cabeza, y esta voló por el aire a una buena distancia… Hasta aterrizar en un alto pastizal, con un ruido seco, seguido de un potente aullido de queja. La víctima de aquel pequeño pedrusco se irguió sobre el pasto en el cual se había echado a descansar, revelando que también era un can enorme… de dos cabezas. El monstruo buscó con la mirada al culpable, y sus fieros ojos aterrizaron en los cuatro perros que habían estado discutiendo un instante atrás.

—¿¿QUIÉN DE USTEDES FUE…— empezó ladrando una cabeza.

—…EL RESPONSABLE DE ESTO??— terminó rugiendo la otra, señalándose la fresca contusión en su espalda.

—¡Ortos! ¡Qué gusto nos da verlo! ¡Usted puede darnos consejo sobre nuestro predicamento!— le pidió alegre Sirius, tratando de disipar el enojo del monstruoso cánido.

—Ahh… ¿En serio?— preguntó Ortos entre extrañado y halagado por la petición (olvidándose de su contusión), pues estaba acostumbrado a que lo ignoraran incluso —¡Je je! ¡Claro! ¡Pregúntenle a los gran Ortos lo que quieran!

—Pues verá, los cuatro ya estamos muertos, pero por nuestras hazañas en vida, Zeus nos ofreció convertirnos en constelaciones…— empezó a relatar Laelaps.

—…Pero el problema es que sólo a dos de nosotros nos será concedido tal honor.— completó Mera.— ¿Cómo decidiremos quiénes podremos estar en el cielo nocturno por toda la eternidad?

—¿¿Cómo es que a mí no nos han ofrecido la catasterización??— preguntó Ortos decepcionado, olvidándose de la consulta que le hicieron.

—Hmmm… Bueno, en comparación a Cerberos, no hiciste mucho…— observó Procyon, con una insensible inocencia.

—¡¡NO MENCIONEN A MI HERMANO!!— aullaron furiosos ambas cabezas de Ortos, y continuaron entre ambos una quejumbrosa retahíla— ¡¡Siempre es lo mismo!! Madre y padre no paraban de hablar de ellos: “¡Cerberos hizo esto! ¡Cerberos hicieron aquello!” ¡Nunca hablaban de Ortos! A él los mandaron a custodiar la magnífica puerta del inframundo, recibiendo toda clase de mimos de Hades, ¿y a mí qué nos ofrecieron? ¡Ser los aburridos perro pastor de una manada sin gracia de bueyes! ¡Hasta Heracles los trató mejor que a mí! Simplemente sacó a Cerberos a dar un paseo, pero a nosotros, ¡ohhh, no! ¡PUM! ¡Daga en el vientre, así no más!

—¡Perdonen, pero sus líos no están relacionados con nuestro dilema!— le ladró Sirius exasperado —¡Díganos quiénes merecemos nuestro lugar entre las estrellas!

—¡PUES SERÉ YO, NOS LO MEREZCO!— le espetó Ortos con un brusco gruñido.

Y ahora, 5 perros (y 6 cabezas) discutían ahora por ver quiénes serían transformados en constelaciones, sin un claro vencedor. Hasta que Laelaps escuchó una voz familiar:

—Pues es obvio que a mí me tienen que poner en el firmamento, Laelaps. Me dieron la tarea de aterrorizar Tebas, y creo que la cumplí muy bien hasta que llegaste.

—¡Teumesia! ¡Tú no te metas, zorra inmunda!— le ladró Laelaps enfadado.

—Sí, sí, sí, ahórrate tus insultos.— le interrumpió la gigantesca zorra inalcanzable —De todos modos, no llegaremos a ningún lugar discutiendo. Zeus es quien tendrá la última palabra al respecto.

—¡Yo seremos recordado por toda la eternidad!— insistió Ortos.

—Y lo serás…— inició Teumesia con una sonrisa burlona —en palabras como “ortología”, “ortodoxo”, “ortocentro”…

—¡¡QUE MI NOMBRE SIGNIFICA “OCASO”, NO “RECTO”!!— espetó Ortos ruborizado, mientras los otros cánidos se reían con ganas.

De pronto, las carcajadas se vieron interrumpidas por un súbito y potente trueno: Zeus había llegado. Se le veía algo fastidiado, pues otra vez había tenido un pleito con Hera, para variar.

—¿Qué es tanto ruido?— se quejó Zeus —Ya tengo suficiente con mi mujer gritándome por todo.

—¡Oh, Zeus todopoderoso!— imploró Mera con su dulzura —¡Díganos quiénes de nosotros, estos canes (y la vulpeja) recibirán la recompensa de la catasterización!

—… ¿Tantos perros eran?— se extrañó el supremo dios del Olimpo —Me dijeron que sólo eran dos, así que ese fue el número de espacios que reservé en el firmamento…

—Entonces, ¿sí puede hacernos constelaciones a todos?— preguntó Procyon contento, moviendo la cola de un lado a otro.

—Ehmmm… Nop. Por más todopoderoso que sea, no se me permite jugar con las estrellas todo lo que quiera, hay un protocolo para eso…

—¡Al Hades con el protocolo ese!— ladró Sirius.

—¡Haznos constelaciones y punto!— gruñó Laelaps.

Mas Zeus no recibió bien sus palabras, los miró despidiendo rayos de verdad de sus ojos, y muy tarde, los cinco (o seis) cánidos se arrepintieron de ello, y se prepararon para ser fulminados por un iracundo relámpago… Sin embargo, el dios les esbozó una amplia sonrisa. Demasiado amplia.

—Ohhh, no se preocupen, tengo la perfecta solución que los mantendrá a todos contentos, incluyéndome a mí. ¡Sirius, Procyon, Laelaps, y Mera! ¡Los cuatro serán catasterizados…!— los aludidos comenzaron a aullar contentos, pero Zeus prosiguió —¡… en dos constelaciones!

—¿¿Qué??— exclamó Sirius incrédulo —¡Pe-pero, pero…! ¿Cómo sabrán los mortales de quiénes se trata en esas constelaciones…?

—Para eso está la ambigüedad, esa maravillosa herramienta…— sonrió Zeus con cierta sorna —Que los humanos determinen a quiénes de ustedes ven en las estrellas. Teumesia, a ti te daré una constelación aparte, ya que no eres exactamente un perro.— la zorra se jactó de sí misma frente a los canes, sin embargo, Zeus no había terminado —…Sólo un detalle: los humanos tardarán unos dos milenios en darse cuenta de tu constelación.

—Espera, ¿qué?— soltó Teumesia, la ufanía se le apagó de golpe.

—¿¿Y qué hay de mí, Zeus??— preguntó Ortos con ojos de cachorro.

—No te preocupes, Ortos. Los mortales siempre pensarán en ti…— los rostros se le iluminaron a ambas cabezas, hasta que… —¡…cada vez que digan “ortogonal”, “ortografía” u “ortopedia”, por supuesto! ¡JA JA JA JA!

Y entonces, Zeus desapareció con otro trueno, dejando a las bestias contrariadas. Y por eso, aún en esta era, aún no se decide si Canis Major representa a Sirius o a Laelaps, o si Canis Minor es Procyon o Mera; no muchos han oído hablar de la constelación Vulpecula, propuesta por el astrónomo Johannes Hevelius hace apenas unos tres siglos; y tal vez a algún ocurrente se le viene a la imaginación un perro de dos cabezas cuando tiene que hacerse la ortodoncia.


Sobre el autor

Alejandro Céspedes Gutiérrez nació un martes 16 de enero de 1990 en San José, y ha vivido en San Diego de Tres Ríos toda su vida. Cursó estudios secundarios en el Liceo Experimental Bilingüe José Figueres Ferrer y posteriormente en el Colegio Vocacional de Artes y Oficios de Cartago, del cual obtuvo, además del Bachillerato, un Técnico Medio en Electrónica Industrial, en 2008. Actualmente está concluyendo la carrera de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Costa Rica, y desde el 2018 está cursando Enseñanza del Castellano en la misma universidad. Fue asistente por 4 años y medio en los cursos de Japonés Intensivo en la Escuela de Lenguas Modernas, y ahora es un alegre profesor del idioma en Idiomas CR. Es un amante de las historias (reales o ficticias) de samuráis, los relámpagos, los paraguas grandes y los sombreros llamativos.

 


Ganador del segundo lugar en el certámen de Mitología Grecorromana 2019.

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