¿Cómo decirte que he sido un pintor cavernícola, un guerrero tracio, un pirata y un poeta modernista? ¿Y lo que es peor, cómo confesarte que aún sigo viviendo esas vidas?
Mi extraña historia comenzó una de esas noches de depresión después de haber bebido un par de botellas de ron. Recuerdo mi primer viaje, lo creí nacido de un sueño o una alucinación, hasta que se hizo repetitivo y entonces me acostumbré a su efecto terapéutico.
Mi vida actual se confunde con las vidas pasadas. Es como un vicio que me obliga a experimentar las mismas sensaciones embriagantes, aunque se que terminará por traerme consecuencias nefastas.
A veces despierto en la semioscuridad de una cueva, frente a una pared iluminada por el fuego, donde pinto figuras humanoides nadando o a la caza de animales salvajes. Me paso las horas en solitario, creando escenas que sin saberlo, vencerán el paso del tiempo. Estoy apestoso, medio desnudo y solo balbuceo sonidos, pero soy feliz de estar allí.
En otro sueño aparezco sobre un campo de batalla y me estremezco con el choque de las espadas y lanzas contra mi escudo y escucho el silbido de las flechas volando sobre mi cabeza. Lanzó con fuerzas la jabalina que se hunde en la carne del contrario, al que admiro y respeto. Me pone eufórico el bullicio de miles de gargantas, y sigo adelante, en medio de una nube de polvo, codo con codo, a otros como yo. Me veo barbudo, desdentado, con cabello largo y la piel sucia y llena de tatuajes, pero estoy feliz de estar allí.
Otras veces despierto en un galeón holandés de 72 cañones, y ansioso espero junto a mis compañeros para el abordaje final a un barco español cargado de oro. En medio del humo y los estridentes cañonazos de ambas embarcaciones, saltan pedazos de carne y madera por el aire. Un grito general nos impulsa al asalto. Con una pistola en la mano izquierda y un sable curvo en la diestra derribo a varios enemigos en un santiamén y sigo adelante. Me veo con una barba rizada, con peluca y aretes, pero me siento feliz de estar allí.
Existen noches en que abro los ojos en medio de una tertulia, sosteniendo un libro de poemas, del que leo unos versos sobre el olvido y la materia cíclica. Los leves vistazos al auditorio me llenan de alivio, pues las caras empolvadas están absortas en mi lectura. Al final los aplausos me dan una satisfacción que solo sienten los que se perpetúan a través de las letras. Me siento orgulloso de pertenecer al grupo selecto de los escritores y sonrió, con largas patillas y un incomodo traje gris ajustado, pero feliz de estar allí.
Los peores momentos de mi existencia son cuando no viajo a vidas pasadas, y transcurren las noches en vela con miedo y los días frente a la televisión viendo las guerras absurdas y las miserias humanas que amenazan con multiplicarse en el siglo XXI, y no quiero estar aquí, no quiero, a pesar de que en las noticias dicen que en el país todo esta bien.
Siento que mi vida no es cierta, que mi cuerpo no es mi cuerpo y cierro los ojos deseando con todo mí ser volver a ser por un solo minuto un ignorante cavernícola, un guerrero tracio, un pirata holandés o un poeta romántico.
Sobre el autor
Pedro Rafael Fonseca Tamayo es sociólogo, periodista y escritor. Ha ganado en varias ocasiones el concurso literario Mangle en cuento infantil y para adultos. Tiene varios cuentos incluidos en selecciones de editoriales españolas, entre ellos, los cuentos infantiles Imaginación, en el libro Microcuentos para niños, de la Colección Verbum y El tesoro del Abuelo, incluido en el Libro del concurso Sin fronteras de Otxarkoaga.
En literatura para adultos, el cuento Fotosíntesis integró la antología De sueños y visiones de Lunaria Ediciones, México, y decenas de cuentos cortos han sido editados por Letras con arte y Letras como espada.
Varias poesías, epigramas y aforismos de su autoría han sido incluidos en antologías, como el IV Certamen Literario Enrique Segovia Rocaberti. Además de colaborar con Revistas literarias como Culturamas y AWEN.
Fue finalista del Premio Anubis 2017, Argentina, con el cuento El precio de la inmortalidad, mientras que El Regalo obtuvo mención en el concurso LETRA D´ KMBIO 2017, Cuba.