Incendies (2011), versión actualizada de Edipo Rey

Cuando Sófocles estrenó en el año 431 a.C. Edipo Rey en el teatro de Dioniso de Atenas, no se podía imaginar la repercusión que su versión del mito[1] de Edipo iba a tener a lo largo de la historia.

En efecto, muchas obras de teatro se han escrito y muchas películas se han filmado con un guion que recoge los mitemas esenciales que permiten reconocer fragmentos del célebre ciclo tebano. De algunas obras se han hecho ya ensayos brillantes[2]. Así que, se ha decidido hablar de una película que considero una obra maestra y que, sin embargo, sigue siendo desconocida en muchos ambientes, probablemente porque resulta de temática muy dura y poco comercial; al menos, no se ha visto que exista una identificación visible entre la película y el mito en las páginas web consultadas[3], y se cree que tampoco en ediciones en papel.

Se advierte de antemano que por este medio se hará un verdadero destripe (spoiler) de la trama, de modo que si alguien desea verla y no la ha visto, que no siga leyendo y la vea antes de continuar este artículo. No se hará una explicación de la película, evidentemente, sino una reflexión por escrito con el mito de Edipo y otros mitos clásicos como telón de fondo.

 Incendies es un film que dirigió Denis Villeneuve[4] en 2010, basado en la obra de teatro La mujer que cantaba de Wajdi Mouawad. Fue elegida para el óscar a la mejor película extranjera de 2011, que no llegó a obtener. Tiene un metraje de 130 minutos y es una coproducción canadiense libanesa.

 Tras una breve introducción en la que se aprecia —muy lentamente y con música de fondo de Radiohead— cómo unos milicianos cortan el pelo casi al cero a los niños de un orfanato a los que van a convertir en jóvenes soldados, se nos presenta un cambio brusco.

Narración segmentada y entrelazada

A partir de este preámbulo la película comienza con dos itinerarios paralelos, exactamente igual que la obra Edipo rey. La acción se divide en siete escenas, introducida cada una de ellas por un rótulo orientador, que nos indica normalmente un espacio geográfico. El número es significativo, no solo por el simbolismo del siete, sino porque Sófocles subdividió la acción narrativa de Edipo rey en catorce escenas o unidades conceptuales, siete de avance temporal hacia adelante (del presente al futuro) y siete en un sentido retrospectivo (del presente al pasado). Desde el presente se indaga el pasado, y el pasado nos va explicando ese presente que nos aturde.

Tras el fallecimiento de Nawal Marwan, una inmigrante libanesa en Canadá, se reúnen sus dos hijos —los mellizos Jeanne y Simon— con el notario Jean Lebel, para quien ha trabajado su madre durante 18 años y buen amigo de la familia. El testamento de Nawal, que hace referencia a una promesa incumplida, resulta enigmático para los dos hijos: “Entiérrenme sin féretro, desnuda y sin oraciones, la cara contra el suelo, a espaldas del mundo. No se colocará lápida alguna ni se colocará mi nombre[5] en ninguna parte. No hay epitafio para quien no cumple sus promesas”. Este es su deseo, hasta que Jeanne y Simon encuentren a su misterioso hermano, cuya existencia desconocían previamente, y a su padre, a quien creían muerto. Entonces, y solo entonces, podrá ser enterrada al estilo tradicional.

Este testamento causa total desconcierto en los dos hermanos, que reaccionan de forma muy distinta. Simon quiere enterrarla según prescriben las costumbres y tradiciones, pensando que a su madre se le ha ido la cabeza, mientras que Jeanne quiere cumplir lo que la madre ha ordenado. Se percibe ya desde este inicio la variada actitud de Antígona[6] e Ismene a la hora de enterrar a Polinices, muerto en el intento de conquistar Tebas, pero condenado por Creonte a no recibir honras fúnebres bajo pena de muerte para quien lo intente.

 Para poder cumplir ese viaje al pasado, Villeneuve introduce en la película sucesivos flashbacks[7], que conducen al espectador de Canadá al Líbano; y del Líbano de 2010, en el que se desarrolla la acción presente, al de 1975, inicio del conflicto armado y de la trama, y 1993 aproximadamente. En ellos se informa que Nawal provenía de una familia árabe cristiana en el Líbano de 1975, que se enamora de un refugiado palestino; la relación termina en un embarazo no deseado. Se está aquí ante otro mitema clásico, representado en la mitología clásica por la historia de Píramo y Tisbe, es decir, dos jóvenes que se enamoran y a quienes sus respectivas familias[8] no permiten avanzar en la relación; mitema que se hizo célebre con Romeo y Julieta.

La reacción no se hace esperar; la familia de ella asesina a su amante de un disparo en la cabeza[9] y desea matarla a ella porque lo considera un crimen de honor, pero su abuela la perdona y le hace prometer que abandonará la aldea después del nacimiento de su bebé, y comenzará una nueva vida en la ciudad de Daresh. La abuela tatúa al bebé con tres puntos en el pie derecho, que servirán más tarde para la anagnórisis del personaje. El lector de Sófocles reconocerá aquí ya inmediatamente al “pies hinchados”[10], que fue llevado por un criado del rey Layo al campo para evitar que hiciera daño a la ciudad. En este caso es la abuela quien lo saca de la casa y lo lleva a un orfanato. Su madre dice: “algún día te encontraré”. Lo que no sabe es la cruel forma que le tiene reservado el destino —siempre la presencia del destino en la historia— para ese encuentro.

 La búsqueda de la propia identidad

 Y comienza la búsqueda de uno mismo, de las raíces, del padre y hermanos desconocidos. Este es quizás el primer mitema de Edipo rey, la búsqueda de sus antepasados, la búsqueda de la identidad de sus verdaderos padres. Para ello acudirá al oráculo de Delfos, y desde allí emprenderá una nueva vida. También Jeanne emprende la búsqueda de su padre y hermano. No es baladí, desde luego, que ella sea profesora de matemáticas y que se le presente ahora un difícil problema, que es encontrar a su padre y a su hermano. El enigma que se le propone nos recuerda directamente a la esfinge que —apostada a la salida de Tebas— proponía enigmas a quienes entraban y salían de la ciudad.

Esta investigación se hará fundamentalmente por medio de entrevistas y diálogos con personas que conocieron a la persona que están buscando (el carcelero[11], la enfermera de la cárcel, el hombre de la guerra, etc.). Este método es el que utiliza Sófocles en su obra (diálogo con Creonte, Tiresias, Yocasta, pastor de Layo, criado que se salvó el día de la matanza) y en el que se basó Sigmund Freud para cimentar la técnica del psicoanálisis. Un encuentro con alguien que me lleva a conocer mi yo más profundo. Algo ocurrió en el pasado, que influye en mí ahora, algo de lo que yo no soy verdaderamente consciente, del mismo modo que Edipo no es en absoluto consciente de haber matado a su padre. En la película estas entrevistas se las repartirán los dos mellizos; ya que, aunque Simon es reacio al principio, Jeanne le convencerá por respeto a la memoria de su madre.

En medio de esos flashbacks se observa un autocar serpenteando por una carretera tortuosa de montaña, recorrido que se repite cuando la hija regresa en 2010 para volver a transitar el mismo camino. Me ha recordado mucho la visita a Delfos viendo los caminos tortuosos[12]. También Layo, padre de Edipo, fue a consultar al oráculo para saber qué sería de su vida, y al cabo de 18 años fue su hijo Edipo por el mismo camino para indagar quiénes eran realmente sus padres.

Nawal tiene una herida en su corazón que aún no ha cicatrizado. Desea vengar el asesinato de su amado. Para ello, se pone al servicio de las milicias musulmanas con el fin de vengarse de los cristianos; quiere que sufran como ella lo ha hecho por la muerte de su amado. Comete un asesinato que la lleva a una cárcel de seguridad. Estando en la cárcel de Kfar Ryat será violada por un joven adiestrado para la guerra. Será su hijo, aunque ella no lo sepa. Se cumple aquí ese desconocimiento, que tan esencial es en los mitos clásicos. Higino en sus Fabulae insistirá por dos veces en que Edipo mató a su padre y se acostó con su madre, inscius (fáb. LXVII), es decir, “sin saberlo”. De ese modo, los mitógrafos clásicos parecen querer exculpar a Edipo de los dos grandes crímenes de la antigüedad que él ha cometido: parricidio e incesto.

En la penúltima escena Simon se va a entrevistar con Chamseddine, un jefe de la guerra en el Líbano, que aparece rodeado de una gran aureola y de muchos guardaespaldas. Por ello, para que no vea Simon los vericuetos por dónde camina hasta su encuentro, ni con quién va a entrevistarse, es llevado con los ojos vendados. Resulta interesante este punto, que podría pasar desapercibido a quien no conozca el mito original de Edipo. Esa ceguera para ver la realidad que ha ocurrido en la familia, que nos recuerda la ceguera a la que se va a someter Edipo en cuanto sepa la verdad. En el impresionante diálogo que nos introduce Sófocles en su obra entre Edipo y Tiresias (vv. 298-463), se ve perfectamente la importancia de la luz. Tiresias, el adivino ciego tebano, no ve el presente, pero sí ve el pasado y el futuro, por eso le dirá a Edipo: “No quieras seguir investigando”. Sin embargo, Edipo, que ve el presente y que se atreve a gritarle a Tiresias en un famoso verso: “Oh tú, que eres ciego en cuanto a los ojos, a la mente y a los oídos”[13], no ve el pasado ni el futuro. No sabe qué ocurrió ni adónde le lleva el destino. Cuando se haga la luz en la conciencia de Edipo y “vea” que él fue el culpable de la muerte de su padre, se sacará los ojos, y pasará a ser ciego. La ceguera con la que ha vivido, quedará patente incluso cinematográficamente en a Incendies por la venda que lleva. Al quitársela, comprenderá la realidad. Acto seguido, tiene lugar la que quizás es la escena más dura de toda la película. Sentados en la cama de la habitación del hotel, Simon le preguntará a su hermana con la mirada perdida (recuérdese que es profesora de matemáticas) si 1 + 1 pueden ser igual a 1. Tras un instante de silencio, ella comprende y se estremece.

Aparte de los mitemas propios de Edipo, hay continuos guiños a otros mitos. Es muy significativo que a los gemelos, que son un estorbo dentro de la estructura social carcelaria, quieran hacerlos desparecer nada más nacer ahogándolos en un río; y significativo es, de la misma manera, que sean finalmente salvados de perecer ahogados, recogiéndolos de las aguas, lo que nos evoca a Rómulo y Remo. Para más acercamiento al mito, pensemos que estos gemelos han sido fruto de una violación y que el violador es llamado “el señor de la guerra”, lo cual parece perfectamente diseñado por el guionista pensando en Marte como dios de la guerra violando a la vestal Rea Silvia.

Digamos finalmente que el agua es un elemento esencial dentro de la película, que muchas veces sirve para cambiar de escena o para indicarnos que algo muy importante va a ocurrir. La piscina es el lugar de la anagnórisis, donde Nawal entra en shock. Y si Yocasta (madre de Edipo) se suicida al saber quién es realmente el padre de sus hijos, es decir, su propio hijo; Nawal cae tan enferma que ya no se recuperará y morirá muy pronto. Pero me parece esencial el momento en que los gemelos acaban de descubrir quién es su padre. Tras el estremecimiento de ella al comprender que 1 + 1 no son 2, sino 1, la siguiente escena nos muestra cómo se arrojan los dos a una piscina y comienzan a nadar muy rápidamente en direcciones contrarias para terminar abrazados en la orilla, que recuerda su evolución y movimientos en el líquido amniótico antes de nacer, puesto que las dos escenas se superponen sin solución de continuidad. Es decir, en la búsqueda por el pasado, han llegado al momento en que fueron concebidos en el vientre de su madre y han descubierto quién los engendró.

El fin de la película reconcilia al espectador con la historia. Tras el máthos (conocimiento) se pasa al páthos (sufrimiento) y se llega a la kátharsis. El espectador descansa y sobreviene una purificación y una relajación de la tensión que ha supuesto el drama. Todo vuelve a su sitio. Encuentran al padre y hermano; le dan las cartas; su madre ha buscado a su hijo hasta que al final de la película le dice en la carta: “Ocurra lo que ocurra, siempre te querré. Te he buscado durante toda la vida y te he encontrado”. El notario les da a los hijos la última carta; la madre es enterrada dignamente, con una cruz y un nombre; la naturaleza ha recobrado su equilibrio gracias al perdón.

Conclusión

Tras constatar la presencia de mitemas tan claros como la fuerza inexorable del destino, que va guiando a los protagonistas; el incesto; la ceguera para ver el pasado; la ignorancia en las acciones; el flashback como técnica para descubrir el propio yo; los encuentros con personas que nos van desvelando un pasado que no debe saberse ni pronunciarse; ¿podría alguien dudar de que

se está ante una nueva tragedia griega basa en Sófocles? O, mejor dicho, ¿ante un conflicto actual con todo el toque de una tragedia griega clásica?

 

Referencias y notas


[1] Aunque de Edipo y su complejo mito hay referencias anteriores en la literatura griega, como en Homero (Ilíada XXIII, 676 ss; Odisea XI, 271 ss); o Píndaro (Olímpica II, 42 ss), la versión de Sófocles quedó como canónica y es la que se ha tomado como ejemplar. Para conocer la evolución de esta sección del ciclo tebano con sus antecedentes, puede verse A. Ruiz de Elvira, Mitología clásica, Madrid 1995, pp. 190-204.

[2] En La semilla inmortal, Jordi Balló y Xavier Pérez, Barcelona 1997, dedican un capítulo entero (pp. 249-261) a rastrear el mito de Edipo en grandes películas del siglo XX.

[3] Hay ensayos sobre la película que se fijan en otros conceptos, como el de Tania García-Ramos (2013), “La violencia simbólica en la película Incendies: ¿Inces-ties o Incen-dios?”, en El artista 10, 36-43. Ni siquiera comentarios como los de la página Espinof, cuyo título es “Incendies, una tragedia griega en un mundo en constante conflicto” [consultado por última vez, 2 de julio de 2020], nos aproximan al mito o mitos que aquí comentamos. La mayoría de los comentarios que podemos leer se centran en el conflicto religioso entre cristianos y musulmanes, y en el conflicto político entre derechas e izquierdas. Creo que en este sentido la mirada de la persona empapada de mundo clásico puede ayudar a comprender mejor la película, un guion impecable, manejado de forma magistral por D. Villeneuve.

[4] Director y guionista canadiense, autor de películas tan vigorosas en la narración como Prisoners (2013), Enemy (2013) o Blade Runner 2049 (2017).

[5] Pensemos lo importante que era consignar el nombre en la tumba en la antigüedad. En el mundo romano todos los difuntos tenían derecho a un lugar de enterramiento y una placa, en la que estuviera inscrito su nombre. El anonimato era considerado la secunda mors, la segunda muerte, el olvido, el que nadie se acordara de aquella persona. Por eso en muchas inscripciones sepulcrales latinas se anima al viandante a repetir el nombre del difunto.

[6] Antígona de Sófocles, estrenada en el año 446 a.C. en Atenas, describe la valiente actitud de Antígona para ofrecer honras fúnebres a su hermano, en contra de la ley escrita de Creonte. Un conflicto, como viera Hegel, entre la ley positiva y la ley natural, que ha dado mucho juego en la historia de la literatura y el cine (v. J. Balló y X. Pérez, op. Cit., pp. 104-114).

[7] El parecido físico de las dos actrices, la que encarna a la madre y a la hija, en el recorrido por los mismos escenarios libaneses, puede despistar al comienzo al espectador.

[8] Este mitema ha dado gran juego a lo largo de la historia de la literatura y del cine. Ese amor imposible puede darse por una desavenencia de dos familias, como en Romeo y Julieta, pero también por pertenecer a una etnia o cultura distinta (neoyorkinos y portorriqueños en West Side Story, 1961), un color distinto, una clase social distinta (Titanic,1997), etc.

[9] Podríamos estar en esta guerra civil del Líbano ante el final del ciclo tebano, es decir, la historia narrada por Esquilo en Siete contra Tebas, hermanos contra hermanos.

[10] Es lo que significa literalmente ‘Edipo’.

[11] Es muy significativa la frase que este le dice a Jeanne: “No siempre es bueno saberlo todo”, que viene a coincidir con la de Tiresias a Edipo: “No sigas investigando, no sea que tus males sean mayores”.

[12] En la visita a Delfos, todavía se hace una parada para ver el desfiladero donde Edipo supuestamente mató a Layo y tres de sus escoltas.

[13] Un célebre trímetro yámbico que en griego tiene una aliteración de 9 taus (Edipo Rey 371).


Sobre el autor

Javier del Hoyo es docente de la Universidad Autónoma de Madrid. Es doctor en Filología clásica con una tesis sobre «La mujer en la Hispania romana a través de la epigrafia». Catedrático de  filología latina en la Universidad Autónoma de Madrid, imparte clases  de Mitología clásica y Epigrafía latina. Es autor de la traducción de las Fábulas de Higino (Madrid 2009) y de varias monografías sobre  epigrafía.

 

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