Este artículo está enfocado desde la óptica de alguien que ha vivido y ha sido educado en los valores del confucianismo desde una temprana edad, que ha leído y releído los Cuatro Libros de Confucio, teniéndolos como libro de cabecera durante más de 25 años, no solo como investigador, sino como amante de una doctrina que esconde un tesoro oculto en sus palabras. Porque, uno de los objetivos básicos de la educación debería ser el perfeccionamiento moral, cosa que en Occidente se ha perdido a favor de una carrera frenética hacia la competencia. La educación para Confucio no es simple teoría, para él la teoría de los textos antiguos debe ponerse en práctica. Se adquiere conocimiento para desarrollar un modo de ser ante la vida, para perfeccionar nuestra conducta. Pensamiento, conocimiento y actitud se funden. Se aprende para llegar a ser, no para llegar a estar. Algo similar explica Anne Cheng:
El objetivo de aprender es convertirse en un hombre de bien… Así es como se utilizan los textos en China: objeto de una práctica más que una simple lectura, primero se memoriza y luego se profundiza su estudio…Pues el objetivo final que se persigue no lo constituye la gratificación intelectual que es el placer de las ideas, de la aventura del pensamiento, sino la tensión constante de una búsqueda de santidad. No el razonar cada vez mejor, sino el vivir cada vez mejor la naturaleza humana en armonía con el mundo (Cheng, 2002: 154).
En la obra Pensamiento y Religión en Asia Oriental, Prevosti, Doménech y Prats nos comentan que los chinos nunca elaboraron un sistema de lógica comparable al de Aristóteles. No se encuentra tampoco nada parecido a la Metafísica o a la Física de Aristóteles o a las especulaciones cosmológicas de los presocráticos. En China toda reflexión surge de una pregunta y un problema: Es el problema moral y la pregunta es ¿qué hay que hacer? Y sobre todo ¿qué hay que hacer en la sociedad? Las doctrinas son éticas y políticas y si hay filosofía no es teórica, es práctica. Pero también es falso que el pensamiento chino no sea racional. Mientras los griegos empiezan con una pregunta su filosofía, ¿cuál es el principio o causa de las cosas? El pensamiento chino comienza con otra, ¿cuál es el Camino (Dao) a seguir? (Prevosti, Doménech y Prats, 2005: 18-26).
Cómo comportarse en sociedad sería el objetivo de los chinos y como dice Anne Cheng el objetivo último de aprender es la búsqueda de santidad. Se ve claro el carácter práctico de los chinos. Ya Confucio también pensaba algo en la misma onda respecto al estudio del pasado y el de su época, por eso dice en las Analectas (Lunyu): “Antiguamente los hombres estudiaban en orden a perfeccionarse ellos mismos, ahora estudian para que lo vean los demás”, (Analectas, 14: 25, Pérez Arroyo, 2002: 167).
Feng Youlan[1] establece claramente un antagonismo entre el pensamiento chino y el pensamiento occidental. Piensa que el pensamiento chino es mucho más práctico y sitúa el origen de esta tendencia en la base agrícola de la civilización (Feng, 1989: 16-25). Comenta Juan Luis Varona en su tesis que, en general, los historiadores chinos de la filosofía defienden que la filosofía china se centra fundamentalmente en cuestiones humanas, al contrario que la occidental, más preocupada por cuestiones ajenas al ser humano como la divinidad (Varona, 2014: 21-26). Por su parte, Bauer señala que estos historiadores se encuentran profundamente influidos por la visión confuciana, para la que la religión, efectivamente, debe estar apartada de la filosofía (Bauer, 2009: 26).
Me imagino que Bauer se refiere a ciertas épocas en las que ha habido cierta animadversión hacia la religión, pero no estoy de acuerdo con esta afirmación si se refiere a la visión confuciana desde los Reinos Combatientes,[2] pues precisamente Confucio no hacía ningún tipo de distinciones. Para él política, virtud y el Cielo estaban indisolublemente unidos.
Por otro lado, lo que habla Varona y Feng Youlan viene a dar más legitimidad a las palabras de más arriba de Anne Cheng. El confucianismo tiene una historia tan larga como la filosofía griega, pero no alcanzó una filosofía especulativa comparable a esta. Sin embargo, su tradición sigue viva gracias a poner más el acento en el pragmatismo que en la teoría.
Resulta difícil creer desde una perspectiva emic, utilizando el término de Marvin Harris en Antropología,[3] que se pueda hacer una separación radical entre virtud y religión, entre divinidad y ética en el confucianismo. Aun a sabiendas de que en las ciencias no está muy bien vista una implicación vehemente para ser objetivo, sin embargo, en ocasiones, con la imparcialidad como bandera, desde dentro, una doctrina o religión puede tener otro sentido. Así, ¿explicaría mejor el budismo zen algún intelectual con desapego a esta doctrina o un estudioso que lo practique y lo viva desde dentro? Hay aspectos que son impenetrables si no se sienten. Pero no basta con sentirlo y penetrar en la doctrina, lo difícil es explicar cómo se llega hasta ahí y llevar un presentimiento o intuición, que uno ha adquirido a lo largo de los años, con el uso de los textos, a plasmarlo en teoría científica.
Otra característica que diferencia el pensamiento confuciano de la filosofía occidental es su relación con lo sagrado. Hoy el confucianismo está clasificado como una religión en ciertos lugares del mundo como Hong Kong o Indonesia, pero lo que interesaría es si es adecuada esta calificación. La doctrina moral de Confucio se apoya en elementos de carácter sagrado que pasan frecuentemente desapercibidos para algunos, bien por no haber penetrado en las enseñanzas de Confucio, bien por estudiarlo de forma diferente, o bien por no estar muy explicitados en algunos textos antiguos. Pero, son estos aspectos y elementos de carácter sagrado los que van a marcar otra diferencia importante.
Los autores más representativos que han defendido el confucianismo como religión han sido entre otros; Kang Youwei[4] que intentó promover al confucianismo como religión estatal, para contrarrestar el poder occidental. También Ren Jiyu,[5] que revolucionó las esferas académicas en 1978 al definir al confucianismo como religión, la primera vez en China que se había pensado el confucianismo en términos de religión sin un interés político. El enfoque de Ren Jiyu tuvo atención inmediata por parte de los académicos. Otros autores que tienen una visión religiosa del confucianismo como religión serían Taylor, Fingarette, Chen Ming o Peng Yongjie. Todavía, en la actualidad existen muy serias dudas acerca de la religiosidad del confucianismo. Autores como Tu Wei-ming, Anna Sun o Yong Chen, apuestan por considerar al confucianismo como una religión difusa, para diferenciarla de una religión institucional. Otros autores tienen una postura más intermedia, como: C. K. Yang,[6] profesor de sociología en la Universidad de Pittsburg o Yu Yingshi profesor de estudios de Asia oriental y de Historia en la Universidad de Princeton. Algunos de estos autores no le dan el título de religión al confucianismo, pero sí de humanismo religioso o bien, tradición religiosa. Por último, están los que se oponen totalmente a considerar al confucianismo como una religión. Niegan esta categoría autores como: Matteo Ricci,[7] que consideraba al confucianismo como una secta de intelectuales; el Movimiento del Cuatro de Mayo,[8] movimiento del S. XX que reaccionó en contra de Kang Youwei y por poner otros ejemplos importantes que también niegan esta religiosidad; Zhang Dainian y Feng Youlan, los dos filósofos más influyentes del país en 1978.
Las creencias religiosas y las prácticas mágico-religiosas[9] eran frecuentes, no solo en la época de Confucio, también en la época que le antecede y que él tanto ponía de ejemplo a sus discípulos. Las prácticas religiosas en una época y en unos gobernantes que Confucio tanto amaba y citaba en sus enseñanzas eran bastante comunes. También esto mismo sucedía en época de Confucio. Estas prácticas eran muy comunes y abundaban tanto como para que Confucio no fuese ajeno a todo esto. En los últimos años existe un gran debate o controversia en torno a esto.[10]
Lo cierto es que eran comunes y habituales las creencias religiosas en los textos históricos que tanto recitaba y enseñaba Confucio. Me refiero a los textos de los cuales aprendió su doctrina: el Yijing o Libro de los Cambios, el Shi Jing o Libro de la Poesía[11] el Shujing o Canon de la Historia; y el Chunqiu o Anales de Primavera y Otoño.[12] También existió el Libro de la Música, pero fue quemado por la dinastía Qin. También aparecen a menudo estos elementos en los Cuatro Libros de Confucio: el Daxué o Gran Enseñanza, el Zhong Yong o Justo Medio, el Lunyu o Comentarios filosóficos o Analectas, y en el Mengzi o libro de Mencio. Este tema está muy bien representado en obras de autores como, Adler, Gardner, Xinzhong Yao, Yong Chen, Fingarette, Anna Sun, Taylor o Tu Wei-ming, por poner algunos ejemplos.
Todo esto, entre otras muchas cosas y a grandes rasgos, es lo que hace que el pensamiento confuciano, que tanto ha influido en el devenir de China, tenga un carácter único y específico que lo diferencia de otros pensamientos o filosofías.
Biografía
BAUER, WOLFGANG. (2009). Historia de la filosofía china. Trad. Cast. Daniel Romero: Herder, Barcelona.
CHENG, ANNE. (2002). Historia del pensamiento chino, Barcelona. España. Editorial. Bellaterra.
CHEN, YONG. (2012) ¿Es el confucianismo una religión? El Colegio de México. México.
HARRIS, MARVIN. (1987). El materialismo cultural. Alianza Editorial.
LUIS VARONA. (2014). Tesis Doctoral: Análisis de los «Libros interiores» del «Zhuang Zi» desde el eje del problema de la conciencia y la identidad. Madrid. U.C.M.
PÉREZ ARROYO, JOAQUÍN. (2002). Confucio. Los Cuatro Libros. Barcelona. Paídos.
PREVOSTI MONCLÚS, ANTONI, DOMÉNECH DEL RÍO, ANTONIO JOSÉ Y PRATS, RAMÓN N. (2005). Pensamiento y religión en Asia oriental. Barcelona. Editorial UOC.
RICCI, MATTEO. (1953). China in the Sixteenth Century: The Journals of Matthew Ricci: 1583-1610. Traducción del latín de Trigault por L J, Gallagher. Nueva York. Random House.
TU, WEI-MING. (1989). Centrality and Commonality: Suny Press.
SOBRE EL AUTOR
Carmelo Morales Marcos es profesor (profesión), Doctor en Ciencias de las Religiones, Máster en Ciencias de las Religiones, Licenciado en Geografía e Historia y Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura comparada.