Norte sobre el vacío, un poema de Byron Ramírez

Él extiende el norte sobre el vacío, y cuelga la tierra sobre la nada.
JOB 26:7

Aquí está Job, de nuevo, con los brazos abiertos
esperando la lluvia ácida del mes de agosto.
De llanto, han tejido tus años
una segunda piel sobre su cuerpo: caparazón de hambre y barro.

Aquí está Job
—ni mar ni monstruo marino—
tan solo un hombre pequeño y pobre que se posa sobre tu hombro
y el aire atraviesa sus llagas,
y no se inmuta la luz ante su imagen de perro inválido.

¿Has hecho tú una valla alrededor de él,
de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados?

¡Te lo arrebato para siempre!
Lo sostengo con ímpetu de fiera amenazada. Ahora sí:
Aquí está Job sobre mi palma, tembloroso.
Nadie puede lastimarlo ahora
ni siquiera el Verbo insolente, anudado a tus costillas,
ni siquiera la espada o el diluvio que inventarás más tarde
cuando la ciudad duerma su siesta junto al Leviatán.

Nada podrá tocarlo. Cerraré la mano si te acercas
y entonces será una isla mi puño
en la cual habitará el hombre pequeño
y amanecerá el día de la nada

porque la palabra día existirá en la memoria de mi pulso
como existirán manzanos y cavernas
y una gran playa sin turistas donde Job acampará la madrugada
esperando que yo nombre a su familia
y su familia brote entonces de mi aliento,
nazcan girasoles en las piedras de los ríos,
surjan nuevas bestias que invoquen la penumbra
y construyan por la tarde un camino de agua
que llegue hasta las caravanas de Temán.

¿Quién prepara para el cuervo su alimento,
cuando sus crías claman a Dios, y vagan sin comida?

¡Aquí, aquí! Querrás luego buscarlo para ungir sus pies con aceite
y decirle hijo, has vuelto a mi regazo agradecido,
pero nadie te dejará pasar de la puerta del jardín
aunque ofrezcas a Orión como regalo
o te rasgues las ropas a la orilla del León,
porque Job, tan pequeño, estará pescando en mi huella dactilar
con una nueva Tierra de Uz a sus espaldas.

Yo te mostraré, escúchame:
aunque lo llames, no responderá,
aunque te oiga, no atenderá tu llamado.

El ojo que lo vio, no lo verá más; sus ojos estarán sobre mí,
y yo no existiré. ¡No insistas! Deja que tiemble el mundo.
Aquí estarás para siempre, atrapado en la lejanía de tu propia obra.
Y aunque ni la muerte ni la culpa puedan tocar el borde de tu manto,
el silencio del hombre pequeño envenenará tu sangre.
Será su felicidad tu peor castigo; el infierno naciendo en tu cabeza.

Sobre el autor

Byron Ramírez nace en San José, Costa Rica, en 1997. Cursa la licenciatura de Filología española en la Universidad de Costa Rica, donde también realizó estudios en Filosofía. Se ha desempeñado como editor literario y articulista para instituciones como Editorial Estudiantil UCR, Revista y editorial Liberoamérica, CulturaCR.net y Nueva York Poetry Press. Ha participado en diversos festivales de poesía como el XVI y el XVII Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, el Festival Nacional de poesía en Turrialba, Costa Rica 2019 y el Festival de poesía de Fredonia, Colombia 2020.

En el 2017 fue ganador del Certamen de Poesía joven organizado por la embajada de Estados Unidos en Costa Rica y finalista en el Certamen Emilio Prados, en España. En el 2018 obtuvo el primer lugar en el Certamen Nacional Brunca organizado por la Universidad Nacional Autónoma de Costa Rica (UNA) en la rama de poesía, con su libro Principio de Incertidumbre. Ha publicado Entropías (2018) con la editorial Nueva York Poetry Press en Estados Unidos. Gran cantidad de sus poemas han sido publicado en diversas revistas alrededor del mundo. Fue coordinador y editor general de la Antología de Nueva Poesía Costarricesense (2020). Su segundo poemario, Adamar (Poiesis Editores), está pronto a publicarse.

Imagen: Job y su familia restaurados a la prosperidad – William Blake

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