Fantasía ¿Solo por escapismo? por Carlos A. Guzmán Z. (Costa Rica)

Uno de los aspectos de la lectura que más llama la atención de quienes somos asiduos a ella es precisamente cómo ocupa tanto de nuestro tiempo; llámese literatura de ficción o no ficción, independiente del género y el formato, pasamos gran parte de nuestra vida en sitios que no son precisamente ella misma. Sin embargo, es justo al género de la fantasía, de todas las ficciones especulativas e imaginativas, al que más se le acusa de existir por y para el escapismo. He ahí el porqué de esta discusión.

Pero, ¿qué es esto del escapismo?

Tal vez nos imaginemos a Houdini cuando se menciona esta palabra pero, ciertamente, al hacerlo en este caso nos referimos a algo que va más allá de lo físico. Por ejemplo, no es un secreto que la realidad a la que estamos sujetos no es precisamente adecuada o justa para gran cantidad de personas; por ello, desde los albores de la narración se pueden rastrear evidencias de cómo las historias ayudaban a evadir la realidad durante breves momentos, como en una obra de teatro, e incluso en una determinada cantidad de días. Y, aunque no todas estaban dispuestas con este fin, gran parte de ellas suponían un alivio momentáneo de la realidad en un momento específico dedicado a ello. 

Sin embargo, ya sea a través de la historia de Scherezade en Las mil y una noches, la narración que relataba Viasa a Ganesha en el Mahabharata o las leyendas que se heredan de generación en generación, es innegable que estos momentos destinados a las historias las han hecho formar parte de nuestro día a día. Pero, entonces, ¿cuál es el dilema que nos plantea la fantasía y por qué se le acusa de ser escapista en relación con otros géneros si se enmarca dentro de la vida misma?

Tras una meditación sencilla, cualquier persona dedicada a la lectura podrá concluir que este acto presupone un lapso para acceder a otro escenario, sea mimético o no; pues, aunque la obra a la que nos acerquemos sea una biografía con el mayor grado de detalle histórico, esta siempre nos permitirá acceder a una realidad que no es la inmediata, con el fin de darnos a conocer aquello de lo que no nos hemos enterado y así, adentrarnos en una trama.

Ya sea gracias a una narración realista o a cualquier otra perteneciente a otro género, se da una interrupción momentánea de la realidad del lector para ajustarlo a otra, por lo que podemos dejar de lado este primer asunto, pues no se puede acusar injustamente a ningún género de llevarnos a un punto en el que coinciden todos.

¿Serán sus elementos?

Para nadie es desconocido que gran parte de la fantasía recurre a elementos discordantes con nuestra realidad, escenario, ambiente, época, criaturas, poderes…; pero tampoco el hecho de que, como es habitual en algunos casos, parte de una época conocida o un hecho histórico para brindar contexto. Estos elementos dirigen al lector a un entorno al cual no tendría acceso si no es a través de su imaginación, lo que ha dado lugar a la habitual crítica dirigida a este género, enfocada en su determinación para evitar la realidad, sobre todo desde la perspectiva moderna.

Estos mecanismos deben funcionar por sí mismos, entrelazados por medio de una lógica que el escritor, como artista y creador, debe establecer para que exista algún grado de coherencia interna que permita determinar con naturalidad las secuencias, acciones e intenciones de los personajes, con el fin de que esto atrape al lector y le permita entender la historia según las reglas y requisitos del mundo creado.

No obstante, lo anterior es una característica común de los géneros especulativos e imaginativos, ya que ellos también presentan elementos que ayudan a dilucidar aspectos de la trama que de otra forma no tendrían sentido, ejemplo de ello sería el elemento fantástico disruptivo del terror o bien los entornos futurísticos y la tecnología de la ciencia ficción. En este punto es importante señalar que existe una diferencia entre lo fantástico como concepto y la fantasía, pues lo primero atañe a aquellos elementos que irrumpen con la realidad, siempre en contacto con ella, mientras que la fantasía opera fuera de sus márgenes, no hay irrupción ni digresión con respecto a ella, pues sus elementos funcionan internamente con naturalidad, en mundos creados con una lógica donde solo el autor decide que es o no disruptivo para su creación. 

Ahora bien, aquello que más destaca a la hora de hacer una diferenciación entre géneros es la temática, ya que si colocamos al lado de la fantasía las otras dos ficciones de género más conocidas, ciencia ficción y terror, podemos observar que poseen diferencias más que notables. La ciencia ficción evalúa el entorno sea inmediato o futuro para plantear hipótesis sobre gran variedad de temas, mientras que el terror utiliza mecanismos que influyen en la mente del lector para desencadenar miedos y sensaciones de incomodidad. Por su parte, la fantasía demuestra como su mayor componente, el factor imaginativo, asume posibilidades que no pertenecen a nuestra realidad ni son posibles dentro de ella, como lo son el uso de la magia, la creación de entornos no factibles por ningún medio físico y la existencia de seres no ajustados a nuestro mundo. 

A la luz de lo anteriormente dicho, se puede observar que, de los géneros en discusión, la fantasía es aquel que parte de elementos no reales ni factibles, cuya cognición conlleva un ejercicio imaginativo alejado en mayor medida de la cotidianidad. Puede ser este el origen del supuesto que atribuye una mayor inclinación a la evasión por parte del lector de este género. Discutamos.

Es evidente que, para gran cantidad de lectores de fantasía, el entrar a un mundo de posibilidades ajenas a nuestra realidad es un gran punto de partida para estimular su imaginación y recrearse personalmente en la posibilidad de estar fuera de lo que se conoce. Esto no se puede dejar de lado pues es un hecho.

Muchas veces la catarsis que proporcionan este tipo de experiencias es el gancho definitivo que ancla a una persona al género en específico, lo cual no es negativo per se, como muchas personas lo quieren hacer ver, pues es un mecanismo natural y sano para lidiar con la realidad, siempre y cuando no conlleve a un completo aislamiento.

Ahora bien, habiendo observado la capacidad de la fantasía para hacer volar la imaginación más allá de lo conocido, tratemos aspectos puntuales que evidencian por qué esta cualidad no solo es escapismo. 

Los dones de la fantasía

Uno de los aspectos que ninguna teoría sobre la literatura puede evitar es precisamente su origen en el ser humano, en un autor o autora que posee un contexto social específico, una época determinada, factores ambientales, culturales, religiosos y económicos que influyen en la conformación de su personalidad, aspectos que se verán reflejados en su obra. Esto es conocido como contexto de producción y no es ajeno a ningún texto, aunque existan algunos con alto grado imaginativo. Como ejemplo de ello se puede mencionar la novela clásica Alicia en el país de las maravillas; en la que, a pesar de sus enrevesados vaivenes, se pueden observar personajes de la época victoriana con profesiones pertenecientes a la época, como la del sombrerero; y la inferencia que explica cómo su locura radica precisamente en que para la época estos fabricantes utilizaban mercurio y se exponían al metal de una forma sumamente peligrosa, quedando locos como consecuencia, situación que no ocurre hoy día ni se logra entender del todo sin conocimiento del entorno en el que se generó. 

En otros textos de fantasía contemporánea es evidente, por ejemplo, la influencia de la cultura de la promoción de los derechos humanos para la población LGTBI, reflejada en la inclusión de personajes con características diversas. Esto supone un logro reciente que permite observar cómo ningún género escapa de la cultura en la que nace.

Este punto es vital, pues a pesar de que, como se ha mencionado, la fantasía requiere un ejercicio imaginativo, se alimenta de formas que permiten al lector diferenciar las obras y sus referencias, establecer paralelismos, contextualizar y estudiar un texto. No es lo mismo considerar El brujo del cuervo de Ngũgĩ wa Thiong’o, su contexto político y su trama desarrollada en un país imaginario (donde aparentemente sí existe la magia), cuyo fin es satirizar las formas de gobierno dictatoriales, a revisar los escenarios de Todos los pájaros del cielo de Charlie Jane Anders, donde hay una carrera por detener el poder de la ciencia sobre todo el mundo, a través de la combinación entre ciencia y magia. Esto demuestra cómo la fantasía, a pesar de ser un género relativamente alejado de la realidad, expone situaciones que permiten establecer puntos de contacto con ella.

Incluso la fantasía de mundo creado, presente en las sagas de Juego de Tronos, Geralt de Rivia, La Rueda del Tiempo o El Señor de los Anillos, a pesar de desarrollarse en lugares fuera del margen de lo real, evalúa preocupaciones humanas como lo son los valores personales, la muerte, el poder, la decadencia; incluso temas ambientales, por lo que no se puede desprestigiar calificandola de género menor, para niños o adolescentes, pues contiene elementos tan valiosos y complejos como los que se presentan en la narrativa realista, e incluso más, según sea el caso.

Algo importante que también se debe rescatar es el hecho de que la temática de una obra está sujeta a un propósito, a una intencionalidad autoral que se sirve de los elementos propios de cada género según la impresión que se pretenda dejar en el lector. Por ello, quien se plantee escribir fantasía no necesariamente debe justificar todo lo que existe en su mundo, pero sí utilizar sujeciones que permitan darle coherencia interna a la obra; y por ende, un valor intrínseco en cuanto al esfuerzo imaginativo que debe hacer quien escribe, aspecto que anula cualquier menosprecio que se pueda hacer sobre la calidad de la labor del autor o autora en cuestión, pues no es para nada sencillo lograr este efecto. 

En último lugar, y como lo más relevante, se propone que para hablar de fantasía es necesario entender cómo esta, a pesar de que ocurre en el ámbito de la irrealidad, tiene la capacidad para ponernos en contacto con nosotros mismos y lo que nos rodea, ya que a través de su ejercicio el lector realiza un descubrimiento personal y, aunque comparta esta virtud con otras ficciones especulativas, la fantasía especialmente trata puntos y temas que no son de fácil acceso en algunos contextos y entornos, donde no se puede trabajar con tanta intensidad y apertura.

En conclusión, la fantasía no es solo escapismo, cuestiona la realidad, nos pone en contacto con ella como cualquier otro género, evalúa las posibilidades desde el motor más grande que tiene el ser humano, la imaginación.

Sobre el autor

Carlos Guzmán es estudiante de Filología Clásica en la Universidad de Costa Rica, pero ha concentrado sus labores académicas en ficciones especulativas en todos los formatos, con énfasis en ciencia ficción, fantasía y terror. Se interesa por la mitología nórdica, celta y medieval. Escribe en elvagante.neocities.org y puede encontrarse en redes sociales como GaniSylph.

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